¿HASTA CUÁNDO LA HUMANIDAD SEGUIRÁ PENSANDO QUE LA ARMONÍA SOCIAL SE ALCANZA CON LA GUERRA?

 

Que la humanidad ha vivido en guerra y que su historia se escribe en las mismas páginas de las guerra puede ser una conjetura cierta. Pero que la humanidad se debata en esta constante, buscando la armonía social y la convivencia, no puede seguir siendo, desde el punto de vista moral, ético, político, económico, social, una justificación para alcanzar estos fines.

Las consecuencias de la guerra para la vida humana, el desarrollo sostenible de los pueblos, los atropellos contra la naturaleza, la desolación, el hambre, las enfermedades, la muerte, las epidemias, el impacto psicológico, las  incapacidades, el odio, la retaliación, superan en mucho cualquier justificación que se quiera dar a las conciencias de quienes toman esas decisiones y arrastran a las sociedades y a sus individuos, en una cadena sin fin de desesperanza. El siglo XX pasó como el siglo de las guerras; sus consecuencias, aunque no directas, le abrieron paso, entre otras, al surgimiento de la bioética. Las investigaciones y los atropellos que se cometieron en el holocausto y con los prisioneros de guerra, generaron códigos deontológicos y de derechos humanos, hoy fácilmente violentados.

De nuevo nos espera enfrentarnos al muro de las lamentaciones, con los más reflexivos y profundos análisis de las consecuencias de la guerra, y empezar a reconstruir.

Pero la base de esta problemática global, así como de los inmensos retos a los que se ve sometida hoy la bioética en su fundamentación, es comprender qué es el hombre, cuál es su dignidad, cuál es el nivel de complejidad y la dinámica del sistema social en el que se encuentra, cuál es su cultura, en fin, su esencia.

Hoy más que nunca es necesaria la comprensión del otro, la valoración de su dignidad y la capacidad de aceptación y de respeto a ese otro, a sus diversos lenguajes , a las múltiples realidades a las que se enfrenta, todas entrelazadas, complementarias, interdependientes, propias del sistema social en el que se encuentra inmerso, un sistema social abierto, dinámico y complejo. En donde su ordenamiento, será el resultado colectivo de acciones basadas en principios de responsabilidad, subsidiariedad, solidaridad.

Es en este entorno, y no en el de la guerra, donde se posibilita al ser humano, el ciudadano, como sujeto moral responsable de su propia existencia, del otro y de todo lo que le conlleva su fin y el de ese otro. En el reconocimiento de que la dignidad del otro es igual a la mía, y por eso amo su existencia y la respeto, podremos alcanzar en parte esa completud de vida que buscamos.

Que la inercia no siga siendo colectiva, que las imágenes no sigan anestesiando nuestros sentidos, que despertemos de una vez del letargo, que no sigamos en elucubraciones, que de algo sirva la historiografía que nos dejan las acciones del hombre -guerra-, que verdaderamente utilicemos todo el conocimiento que está a nuestro alcance para que por medios más sensatos alcancemos la armonía social, la convivencia, el óptimo desarrollo, superemos la inequidad, contribuyamos a lograr una mejor calidad de vida, respetemos el valor incondicionado de la vida humana, protejamos nuestro entorno y verdaderamente nos comprometamos con las futuras generaciones.

La desolación de la guerra y las amenazas a la vida humana son constantes, no son un episodio ajeno al cual accedemos incidentalmente; trascienden en hechos que por su dramatismo global llaman la atención de todos los pueblos, pero la amenaza a la vida humana es permanente, desde el inicio de la misma hasta su final, y se presenta de múltiples formas. Nuestra responsabilidad no es delegable y nuestro compromiso no da espera.

Persona y Bioética, en esta edición, abordará diferentes aspectos, no relacionados propiamente con la reflexión inicial editorial. Nos ocuparemos de la ética en la investigación, la muerte cerebral, la ética médica y los problemas demográficos y del envejecimiento, con la profundidad de nuestros autores y el diálogo y enriquecimiento que le darán nuestros lectores. La investigación científica seguirá dando grandes e inimaginables posibilidades para esa búsqueda de una mejor calidad de vida, pero también es cuestionada, es vulnerable. Los científicos, y los que de una y otra manera intentan acceder a la investigación, no han asumido los retos y la responsabilidad que la misma trae; hoy, si bien se han generado formas de responsabilizar al científico, existen principios éticos que priman en la investigación científica y se ha logrado constituir comités de ética en investigación, falta mayor responsabilidad en el seguimiento de estas investigaciones y de sus resultados, así como en garantizar la protección de los sujetos de investigación. En esta edición, Persona y Bioética abordará esta problemática, con los aportes de personas de reconocida trayectoria en este ámbito.

Se retoma la problemática en torno a la muerte cerebral, abordaje que trae problemas que parecían ya resueltos y que, indudablemente, generarán en nuestros lectores inquietudes y otros puntos de vista, los cuales podrán abrir nuevos espacios de reflexión. Colombia atraviesa por una crisis en salud de grandes proporciones; nuestros artículos de la pasada edición han generado nuevos aportes en este sentido, y se traen como parte de ese dialogó académico que se ha propuesto nuestra revista. Cerramos la edición con un importante estudio de la otra mirada que se le debe dar a las tendencias de control demográfico y su impacto sobre la población, el cambio generacional, el envejecimiento de la misma y los sistemas actuales de búsqueda de compensación de sociedades, en las que no se posibilita, por sus drásticas medidas de control demográfico, la renovación de las mismas.

 

María Helena Restrepo, M.D.


Nota de la dirección científica:

Con este número iniciamos el séptimo año, y ofrecemos a nuestros lectores un índice de las anteriores ediciones. Reiteramos nuestro agradecimiento a las múltiples notas de reconocimiento que nos llegan y que estimulan la continuidad de esta labor.