DESAFÍOS ACTUALES EN LA MEDICINA. SUS IMPLICACIONES EN LA PRÁCTICA PROFESIONAL

 

La medicina, una de las profesiones con más componente científico, técnico y humanístico por excelencia, se ve abocada en la actualidad a asumir nuevos horizontes, ante los desafíos que plantean los descubrimientos y aportes de la ciencia, los nuevos modelos de atención en salud, la globalización, con su impacto social y económico, y la participación de la sociedad en la toma de decisiones y la defensa de sus propios intereses.

En este número de Persona y Bioética hemos dedicado una reflexión importante a algunos de los aspectos que en la actualidad más vulneran lo que ha sido una disciplina caracterizada por su humanismo y principios éticos; el desmoronamiento de esta profesión sucede ante nuestros ojos, y muchas veces la inercia es colectiva.

Si bien es apasionante lo que en materia de solidez científica se alcanza, esta se ve amenazada por un interés desmedido de conocimiento, independientemente de si en su búsqueda se atenta contra la persona humana, las generaciones futuras o el medio ambiente, tal como lo hemos planteado en otras oportunidades.

El médico, en su práctica clínica, se encuentra en constante confrontación. La evidencia científica cambiante y la búsqueda de certezas lo llevan a sobrepasar los límites en su práctica; son frecuentes conductas distanásicas, que lo alejan del principio ético tradicional de no maleficencia. El primum non nocere a menudo se ve vulnerado.

También se mueve en su quehacer profesional en el otro extremo de la pendiente, y ante situaciones donde se confronta con los límites de la ciencia y de la vida, pierde el horizonte, en vez de abordarlo, y llega a ver en las conductas eutanásicas “opciones terapéuticas”, sin esgrimir toda su capacidad profesional para atender a sus pacientes, aun en los confines de la vida, con la mejor calidad, a través de disciplinas que permitan paliar el dolor y el sufrimiento humano, y abordar la muerte como proceso natural.

El profesional de la salud, acorde con las nuevas tendencias, debe buscar armonizar los diferentes principios éticos, la no maleficencia con la autonomía, buscando que sus decisiones sean beneficentes y justas.

Más allá de toda la problemática que plantean la atención clínica y la toma de decisiones, en consenso a través de grupos trasdisciplinarios, que busquen el mayor beneficio en verdaderas alianzas terapéuticas, hoy la salud y el ejercicio de la profesión se encuentran amenazadas por agentes externos, a través de los nuevos modelos de atención y distribución de recursos en salud.

La falta de políticas en salud, coherentes con los adelantos científicos, se hace notoria. Nos enfrentamos a un desequilibrio de grandes proporciones, más dramático en los países en vías de desarrollo. La ciencia avanza, los tratamientos se encuentran disponibles, la tecnología de punta podrá estar a nuestro alcance, gracias a los nuevos descubrimientos y a un mundo globalizado; todo está disponible para una mejor atención.

Sin embargo, el profesional de la salud se ve sujeto a la realidad que le plantean los nuevos modelos de atención en salud, administrados por intermediarios, que intentan, bajo la premisa de la racionalización de recursos, fragmentar la atención en salud, disponer de lo que deben ser los métodos diagnósticos y de tratamiento, y establecer unos mínimos estándares de calidad.

El profesional de la salud, teniendo los conocimientos de su práctica médica y las diversas posibilidades a su alcance, se ve constantemente cuestionado y limitado en su quehacer profesional.

Frente a todo este panorama, surgen además los retos en la formación de nuevos profesionales, que deben conciliar los avances de la ciencia, las realidades de la atención en salud de sus países y los sistemas de enseñanza arcaicos y rígidos, que no se equiparan a lo que debe ser un mundo globalizado, con tantas posibilidades. El aprendizaje, la incorporación y creación de nuevos conocimientos, pretende surgir en modelos en los que el alumno no es el centro y constructor del mismo, en una relación docente-alumno vertical y no horizontal, donde ambos se enriquezcan y construyan conocimiento.

Hoy nuestros alumnos perciben el desconcierto y la desesperanza de una profesión atacada injustamente por unos modelos de atención en salud lejanos de lo que cada día pide más una sociedad: humanismo en la edad avanzada de la tecnología.

 

María Helena Restrepo, M.D.