HACIA UNA CONVIVENCIA ARMÓNICA CON LA NATURALEZA

 

En las últimas décadas, los temas medioambientales han cobrado especial relevancia; el hombre ha tomado conciencia de que su actuar tiene implicaciones, no solo en el ahora sino en la supervivencia de todas las generaciones futuras. Ha comprendido los ecosistemas y sus relaciones, y cada vez se acerca más a la ciencia para entender la complejidad de los sistemas de que hace parte. Las consecuencias de sus interacciones son hoy motivo de preocupación y están en la agenda de las comunidades científicas, de los gobiernos, de la población en general y, por supuesto, ocupan un lugar preponderante en la bioética.

Hoy el hombre se enfrenta a problemas de magnitud considerable, que ponen de manifiesto cómo ha llegado a hacer un uso indebido de la naturaleza, con unas intervenciones que atentan contra su propia vida y la de todas las especies vivas; de no hacer los correctivos necesarios, el panorama no podrá ser más devastador.

Estamos acabando y alterando nuestros ecosistemas: las fuentes de agua disminuyen, desaparecen cientos de especies vivas, destruimos la biosfera, implementamos rápidamente y sin la validación necesaria nuevas técnicas de intervención en la naturaleza y en sus sistemas vivos, sin conocer aún sus consecuencias. Como si fuera poco, al no ser capaces de vivir en justa armonía, utilizamos adversamente nuestro conocimiento: de las armas nucleares pasamos a las biológicas y químicas, que alterarán la vida del ser humano y de todas las especies vivas en el planeta o, lo que es peor, serán capaces de causar su destrucción.

Hoy no basta solo con identificar el problema, con desarrollar esta o aquella teoría, que se definan nuevos paradigmas, ,con saber qué papel desempeñan cada una de las especies vivas, si el ámbito es la Tierra o el cosmos, si nos inclinamos por una ecología profunda, ecocentrista, o por una antropocéntrica. Es necesario sensibilizamos con una humanidad que enfrenta problemas de gran magnitud, como consecuencia de una interrelación devastadora entre los seres vivos, y de estos con su universo. Se requiere con urgencia que nuestro actuar sea responsable, honesto y solidario, pues solo así garantizaremos la vida en todas sus dimensiones, con la dignidad y el respeto que merecen la totalidad de las especies y el universo del que hacemos parte.

Se hace necesario rescatar a ese hombre que evolucionó y se interrelacionó armónicamente con su naturaleza y con las otras especies, que vivió por siglos mejorando su vida en comunidad, que ha alcanzado grandes avances en sus conocimientos, en nuevas tecnologías, pero que necesita una mayor evaluación de la aplicación de las mismas. Que reconsidere el alcance de sus propuestas, que busque un justo equilibrio, que la técnica no lo domine, ni la especulación científica, y que sepa trascender ante el poderío económico. Que genere un desarrollo sostenible, capaz de garantizar y satisfacer las necesidades de las sociedades actuales, sin lesionar o comprometer el espacio que le corresponderá a las futuras generaciones.

Es necesario que las comunidades humanas se acoplen a los ecosistemas de los que hacen parte y comprendan cómo las diferentes acciones pueden cambiarlos, favorable o desfavorablemente.

Si concebimos los ecosistemas como comunidades complejas, podremos ver cómo cada uno de sus elementos es interdependiente del otro y genera un  comportamiento  colectivo. Los sistemas complejos pasan del orden al desorden, se autoorganizan constantemente, buscando un nuevo equilibrio. Cualquier intervención puede alterar su propia dinámica interna y alejarla del equilibrio, y algunas veces será capaz de generar destrucción, enfermedad y muerte.

Ante diferentes agresiones o perturbaciones, el medio ambiente y sus ecosistemas pueden restablecer o no el equilibrio. El peligro actual radica en que muchas de las intervenciones resultan indeseables y están generando cada vez sistemas más débiles; ello puede llevar, en un momento dado, a que estos sistemas complejos pierdan en la totalidad la capacidad de autoorganizarse, de autorregularse, de restablecerse.

Es esta una de las preocupaciones de la ciencia y de múltiples personas que dedican su tiempo al estudio de estas realidades; a nosotros nos queda la responsabilidad inmensa de aproximamos al conocimiento del tema y a generar una actitud que permita esa convivencia armónica, responsable y solidaria con la naturaleza, todas las especies vivas y el universo.

Necesariamente todos, de una u otra manera, somos responsables del destino de la humanidad; cada uno, en el diario vivir, deberá preguntarse qué tanto respeta la naturaleza, el medio ambiente, todas las especies vivas y no vivas. Cuál es el papel que desempeña en la sociedad, al aportar soluciones; en la familia o en el medio universitario, inculcando a las nuevas generaciones el amor y respeto por la naturaleza, o como líder en la política nacional o a través de los tratados internacionales. Por último, establecer si uno hace parte del problema o de la solución, para definir el compromiso personal en el presente y el legado para el futuro.


Nota de la dirección:

La dirección científica y el cuerpo editorial desean agradecer sinceramente a los lectores los comentarios recibidos, con motivo de la nueva edición de la revista Persona y Bioética; son ellos un estímulo permanente en nuestra labor, en la que compartimos objetivos comunes.