EDITORIAL

Los avances en lo relacionado con el proyecto genoma humano ha generado un gran pronunciamiento de la comunidad científica de  todas las naciones. Ha sido, y continuará siendo, innumerable la documentación y análisis alrededor de unos de los hechos científicos que más han marcado el final del milenio y el comienzo de este siglo.

Una vez más se ha demostrado hasta dónde es capaz  de llegar el conocimiento humano, y los aportes de la ciencia a la vida. Se prevén grandes beneficios en el diagnóstico, tratamiento y control de enfermedades hasta ahora con un pobre panorama, en términos de curación y calidad de vida. Y deben ser estos el motor principal de su aplicabilidad.

Una sombra de temor y una sensación colectiva de peligro y posibles riesgos de la aplicación de estos hallazgos, han puesto en evidencia cómo la vida humana podría verse vulnerada en sus principios fundamentales. Esto ha suscitado con mayor fuerza la revisión y el fomento de unos principios rectores de la investigación y de las aplicaciones de la biotecnología, en tal forma que la vida humana pueda verse preservada en su dignidad, unicidad, integridad e identidad.

Es necesario que estos postulados y la mayor información posible estén al alcance de los gobiernos, las comisiones nacionales de bioética, la comunidad científica y la sociedad en general.

Conviene analizar las posibles dificultades que tendrá la aplicabilidad de dichos avances en lo referente a patentabilidad, propiedad intelectual y comercialización, así como las aplicaciones que puedan tener la manipulación de células germinales y de embriones y su aplicabilidad en transplantes, por mencionar solo algunos. Entonces, es necesario cuidar el conocimiento  del genoma humano, de modo que no sea objeto de manipulación o de aplicaciones que conviertan un gran avance en algo devastador para la misma especie humana, las futuras generaciones y su medio ambiente.

Es acá donde es necesario resaltar las virtudes de los hombres de ciencia, su honestidad, laboriosidad y capacidad de compartir sus conocimientos y hallazgos, y su disposición  para reconocer las propias limitaciones de la ciencia, pero ante todo su responsabilidad con una sociedad que les ha brindado los medios para su investigación, pero que ha su vez es la receptora de sus hallazgos.

No sobra recalcar que no todo lo que es factible mediante la técnica resulta éticamente aplicable. Un determinismo biológico no es posible hoy, en la misma concepción filosófica de la ciencia. ¿Cuál es la visión del hombre que tenemos?¿Por qué para algunos razonamientos tratamos de ver a un hombre enculturizado, pero a la hora de hacer análisis en el campo de las aplicaciones del proyecto genoma humano lo fragmentamos y nos alejamos tanto de las mismas propuestas científicas?

La ciencia nos habla hoy de sistemas complejos, dinámicos, sometidos a la incertidumbre, al caos. Nuevos planteamientos tendrán que surgir, sobre una base más filosófica y antropológica. Solo así podremos dar luces y valorar en su justa medida estos progresos y los futuros que nos traerá nuestra capacidad humana. No podremos por mucho tiempo continuar dando explicaciones a las situaciones actuales, con respuesta de emergencia, es necesario acercarnos al concepto de hombre. En la medida que rescatemos su esencia podremos atender los múltiples interrogantes y dilemas éticos que se nos plantean; solo así estaremos más seguros de que nuestro actuar no fragmente  la vida humana, sino que la preserve en su unidad y con la dignidad que merece. Este mismo razonamiento deberá hacerse para otras realidades  quizás más apremiantes y que necesitan, de acuerdo con el desarrollo de los países, prioridad en su atención. Consideraciones especiales merecen los nuevos modelos de asistencia sanitaria, la práctica clínica, los dilemas del final y principio de la vida, las relaciones con el medio ambiente, los derechos de las futuras generaciones y los problemas de justicia y equidad, entre otros.

Se requiere un diálogo transdisciplinario, transcultural, un abordaje diferente, para alcanzar la convivencia y la construcción de sociedades justas, armónicas y solidarias, donde la dignidad del ser humano y su medio ambiente estén protegidos. En esa misma medida, frente a los futuros desarrollos, tampoco existirá  un temor tal que paralice los avances de la ciencia y de los hombres de ciencia. Solo una mirada profunda, sensible, reflexiva y prudente, permitirá aceptar las propuestas y nuevos descubrimientos de manera promisoria para el ser humano y su entorno.


Nota de la dirección

A partir de este número, la revista Persona y Bioética aparece con un nuevo formato y una presentación diferente de sus artículos. El lector encontrará que los cambios son ágiles y agradables, y lo invitarán a mantener un diálogo permanente con los autores. Agradecemos sus comentarios y sugerencias.