PALABRAS DE UNO DE LOS GRADUANDOS EN LA CEREMONIA DE GRADOS DE LA 1a. PROMOCIÓN DE LA ESPECIALIZACIÓN EN BIOÉTICA

 

GILBERTO A. GAMBOA BERNAL

Médico Psiquiatra. M.D. Academia de Bioética de Santiago de Cali


La vida en general y la vida humana en particular están en peligro. El desenfrenado desarrollo tecnológico y científico va precipitando al hombre contemporáneo por una pendiente cuyo final no puede ser distinto de su destrucción como persona y como criatura.

El hombre ha venido perdiendo, entre otras cosas, la noción de los límites de su propia naturaleza y de aquella que lo circunda. Parecería que no se da cuenta que esos límites encierran leyes misteriosas que el hombre no puede rebasar, que por ser inexorables no puede infringir, sin peligro para sí mismo y para el medio que lo rodea, si lo que verdaderamente quiere es conducirse conforme a lo que es.

Esa miopía es de origen filosófico y, como consecuencia, ético. La Bioética surge, promediando la segunda mitad de este siglo que se extingue, como un puente que el hombre tiene la oportunidad de construir. Podría decirse que los materiales para su construcción se encuentran en el acervo del pensamiento humano, y serviría para unir un abismo que parece insalvable: de un lado está la ciencia que tiende a deshumanizarse, de manera especial (y por ello causa mayor preocupación) aquella cuyo objeto de estudio es la vida física o cualquiera de sus multiformes manifestaciones; de otro lado está la ética, que permite esclarecer los límites de licitud de la intervención del hombre sobre la vida en todas sus facetas, pero de manera principal sobre la vida humana.

Dentro de los múltiples campos de acción en Bioética es la cátedra universitaria el óptimo espacio para su desarrollo y difusión. Ya que permite ayudar a las nuevas generaciones de profesionales, y a la sociedad civil en general, a tomar conciencia del urgente e insustituible papel que ellas juegan en la tarea de detener al hombre en aquel descenso irremisible. También dotado de las herramientas que necesita para orientar su caminar en la dirección correcta, de tal manera que pueda salir victorioso de la actual encrucijada, recuperando la esperanza que parece perdida.

En este sentido la Bioética necesita del suficiente soporte filosófico para el cabal desarrollo de su ejercicio. Y esto no sólo en el campo de aplicación a la ciencia y al conocimiento, sino también -y principalmente- en el terreno antropológico. Es definitivo el concepto que se tenga del hombre para edificar con firmeza una verdadera Bioética personalista. De ahí la necesidad de captar en profundidad la realidad humana desde la filosofía, de tal manera que se comprenda con claridad el ser del hombre, constitución ontológica, su función y su destino.

Es imposible dejar de referirse a tres hechos que han marcado este escalafón que hoy concluye en la Universidad de La Sabana.

El primero de ellos es la estructura que conforma la Especialización y el proyecto de Maestría en Bioética. Ha aportado las bases claras y suficientes para bucear con propiedad en estas nuevas aguas, recién descubiertas, que lejos de ser calmadas y apacibles, presentan en sus profundidades y superficie, muchas corrientes y escollos que tienden a sumergir al hombre de nuestro tiempo en el fondo cenagoso de la indiferencia y el relativismo.

Nuestro papel será apoyamos en esos contenidos y, cada uno en su sitio, cada uno en su trabajo, constituirse en multiplicadores para lograr ese cambio que el mundo necesita. Pero para cambiar el mundo hemos de cambiar nosotros mismos. Esto será posible con una sola condición: que esos contenidos no sólo hayan enriquecido nuestro conocimiento, sino sobre todo, y principalmente, que hayan impregnado nuestra vida, nuestra vida personal; no podremos ser los mismos, puesto que nuestro hacer ha de configurarse y estar de acuerdo con las verdades que hemos recordado, conocido o profundizado. La peculiaridad del programa de Bioética de la Universidad de La Sabana, y que lo hace distinto a los que se ofrecen en la actualidad, está precisamente aquí: mostrar a la persona para cambiar a la persona, y esto sólo se consigue con unidad de vida.

A pesar de ser lo más importante, con lo anterior no podremos contentarnos. Hemos de seguir estudiando y reflexionando sobre lo ya aprendido. Hemos de aportar nuevas luces, fruto de esa reflexión que ha de ser interdisciplinaria, pues la Bioética goza de esas características: posibilita y facilita el diálogo científico.

El segundo hecho que quiero resaltar y, a la vez como el anterior, agradecer, es la calidad humana y científica de los docentes. No sólo han compartido con nosotros sus conocimientos y experiencias sino también, con su ejemplo, han estimulado -aún más- el apetito racional y volitivo por la Bioética. Bien decía Séneca "Lento se enseña con teorías, breve y eficaz con el ejemplo". Es poco decir que la Universidad ha acertado en escoger a sus profesores en este nuevo campo. El sacrificio de traer docentes de múltiples y prestigiosas universidades no ha sido estéril; en breve tiempo los frutos se cosecharán.

El esfuerzo hecho por las directivas de esta Universidad al incursionar, contra viento y marea, en el campo de la Bioética es también digno de reconocimiento. El apoyo irrestricto que desde la Rectoría ha brindado el Dr. Álvaro Mendoza Ramírez y la dedicación del equipo liderado por el Dr. Pablo Arango Restrepo, Vicerrector Académico, donde se destaca de manera particular la labor de la Dra. Amparo Vélez Ramírez Directora de la Oficina de Investigaciones Científicas, han contribuido significativamente en la creación del Programa de Bioética de la Universidad. El Diplomado, la Especialización, el Congreso, los seminarios y las líneas de investigación en curso son ejemplos palmarios del compromiso que ellos han asumido. No es quimérico pensar en la Maestría y en el Doctorado, pues las bases para edificados se están consolidando y fortaleciendo.

El gran esfuerzo realizado demanda una responsabilidad precisa: seguir adelante; porque lo que importa son "las últimas piedras". Los problemas y las dificultades hacen más grandes a quienes los asumen y las superan. Pero la responsabilidad de seguir adelante tiene otra vertiente: si se quiere hacer presencia relevante en el panorama del pensamiento contemporáneo, además de continuar con la ineludible tarea de investigar, es necesario formar escuela; pues de la preparación y formación de nuestros relevos, que tomen con firmeza y decisión el testimonio, depende en buena parte el futuro, no sólo de la Bioética, sino de la Universidad misma.

 

Muchas gracias.

Gilberto A. Gamboa Bernal.