EL DON DE LA VIDA

 

JOSEPH RATZINGER, CARD.

Editores Palabra, S.A.


FEDERICO NARANJO MESA

Abogado. Actual Director del Departamento de Desarrollo Humano, Universidad de La Sabana.


Este libro constituye, de principio a fin, un llamado realmente angustioso al respeto de la vida humana y de su dignidad.

El más importante teólogo de la Iglesia Católica nos incita en estas páginas a despertar en nuestras conciencias el más profundo vitalismo.

Aborda con Maestría el tema de la responsabilidad del hombre ante el desarrollo de la tecnología y la ciencia, el desarrollo proporcional de la moral y la ética y la necesidad del desarrollo científico por el bien del hombre.

Para el cristiano de hoy este documento es importante no sólo por el contenido, prestancia de su autor, sino por los comentaristas del texto mismo del Señor cardenal.

Son todos ellos voceros muy autorizados del pensamiento cristiano contemporáneo y acerca del hombre y de la bioética.

Desde la introducción del mismo cuando trata el tema de la investigación visto desde el sentido espiritualista sobre el ser humano y cual ha de ser el papel de la ciencia al servicio de la persona, de la antropología y de las intervenciones médicas y el juicio moral sobre las conductas científicas frente al desarrollo de la vida, desde la creación misma del ser.

Expone en sus tres capítulos fundamentales el pensamiento acerca del respeto debido a los embriones humanos, las intervenciones sobre la procreación humana, sobre la moral y la ley civil y la misma conclusión del libro constituyen una verdadera fuente de sabiduría sobre el ciclo vital humano y sobre su dignidad en todas sus dimensiones.

Quién tenga deseo de espiritualizar su propia noción del hombre, no puede hacer mejor labor que adentrarse con devota intención en el contenido de este libro maravilloso, que nos alerta sobre los peligros del materialismo y del cientifismo a ultranza, sobre todo cuando tienen que ver nada menos que con el manipuleo del ser humano en todas las formas de su existencia y desde el inicio de la misma.

La magistral definición que formula para diferenciar el significado espiritual sobre la noción del cuerpo humano, frente al de los animales, en el campo de la experimentación científica y médica no deja lugar a dudas. El primero alberga una criatura de Dios, hecha a su imagen y semejanza. El segundo no.

Las respuestas que da el Cardenal a todos los problemas de orden espiritual que se suscitan con las intervenciones sobre la procreación humana, comprendiendo dentro de estas a la fecundación artificial heteróloga, la homologa, la FIVET, la fisión gemelar son absolutamente diáfanas y de un sobrecogedor contenido espiritual porque la verdad sea dicha, hay en ellos una lógica irrefutable que todos los científicos, los médicos que tengan la tentación de incursionar en esta campo debieran leer con respeto y veneración lo dicho en una forma tan objetiva y fiel a las normas sagradas de la doctrina de la Iglesia, al respeto al ser humano por encima de cualquier consideración de tipo confesional.

El tema de la fecundación In Vitro por ejemplo, aquella que ha requerido la destrucción previa de embriones humanos constituye un llamado angustioso a la conciencia del hombre. Supone que esa destrucción es voluntaria, para los fines que sean. Se pueden aportar razones de diferente tipo: eugenésicas, económicas o sociológicas como lo dice el autor pero de todas formas es contraria a la doctrina. La frecuencia de esa destrucción es alarmante, aterradora. Así se va borrando lentamente de la conciencia el respeto por los embriones, ese principio sagrado de vida humana. Llamamos la atención sobre lo que el autor denomina" esta dinámica de violencia y dominio en el manejo de los embriones" que seguramente puede pasar inadvertida, como el mismo lo dice, para aquellos que la utilizan pero que al fin y al cabo los domina.

Es argumento irrefutable la explicación sobre por qué es inadmisible, desde el punto de vista moral, la fecundación artificial homóloga, frente al camino recto que es la procreación humana dentro del matrimonio y no fuera de él.

Resulta esencial citar, a propósito de ese capitulo una frase textual del autor que expresa" el hijo tiene derecho a ser concebido, llevado en las entrañas, traído al mundo y educado en el matrimonio: solo a través de la referencia conocida segura a sus padres pueden los hijos descubrir la propia identidad y alcanzar la madurez humana".Y continua" los padres hallan en el hijo la confirmación y el completamiento de su donación recíproca: el hijo es la imagen viva de su amor, el signo permanente de su unión conyugal, la síntesis viva e indisoluble de su dimensión paterna y materna".

Este tipo de reflexiones por si solas deben conmover al más insensible. Creemos insuperable su visión sobre la vida humana como don Divino, que no puede ser desestimado ni irrespetado en ninguna fase de su existencia, bajo ningún pretexto científico.

En cuanto a la fecundación artificial heteróloga la afirmación fundamental que formula es "este tipo de fecundación es contrario con la dignidad de los esposos o la vocación propia de los padres y al derecho de los hijos a ser concebidos y traidos al mundo en el matrimonio y por el matrimonio". Este respeto por lo que debe ser el amor matrimonial, el respeto por el hijo no solo presente sino futuro aquella posibilidad de ser fruto, de una inseminación o una fecundación artificial heteróloga puede traer consecuencias absolutamente imprevisibles en la sicología de ese ser así concebido.

En cuanto a la maternidad "substitutiva" el autor la coloca en el sitio que moralmente le corresponde afirmando que "representa una falta contra las obligaciones del amor materno, de la fidelidad conyugal y de la maternidad responsable, ofende la dignidad y el derecho de hijo a ser concebido, gestado, traído al mundo y educado por los propios padres; instaura en detrimento de la familia, una división entre los elementos físico, síquicos y morales que lo constituyen".

El tratamiento que se da al significado moral de la unión conyugal es absolutamente diáfano a la luz de la fe, a la luz del valor de los sentimientos humanos y de la enseñanza de la Iglesia.

Por ello, al referirse a la fecundación artificial homóloga expresa entre otros muy profundos conceptos lo siguiente: "la misma doctrina relativa a la unión existente entre los significados del acto conyugal y entre los bienes del matrimonio aclara el problema moral de la fecundación artificial homóloga, porque "nunca está permitido separar estos diversos aspectos hasta el punto de excluir positivamente sea la intención procreativa sea la relación conyugal" (1).

La contracepción priva intencionalmente al acto conyugal de su apertura a la procreación y realiza de ese modo una disociación voluntaria de las finalidades del matrimonio. La fecundación artificial homóloga, intentando una procreación que no es fruto de la unión específicamente conyugal, realiza objetivamente una separación análoga entre los bienes y los significados del matrimonio".

Como se trata de una reseña no podemos extendemos en todos los puntos tratados por su ilustre autor, pero nos unimos a los conceptos emitidos por quienes lo han comentado dentro del mismo texto, señalando clarividencia la responsabilidad del hombre ante el desarrollo de la tecnología y la ciencia.

Una vez más nos hace mirar con estupor la dureza de la realidad que nos golpea, la existencia de clínicas abortivas, los experimentos con embriones humanos el adelanto de la muerte a ancianos y enfermos cuando incomodan y cuando hay que cuidarlos y atenderlos.

Da una respuesta certera a las acusaciones a la Iglesia de no ser sensibles los avances de la ciencia y oponerse a aquellos que admiten algunas legislaciones permisivas en muchos países.

Expone brillantemente las poderosas razones que la Iglesia ha tenido y tendrá para oponerse a esas prácticas inmorales y se ve como sus advertencias han sido justificadas puesto que los efectos de las manipulaciones genéticas en el campo de la leyes civiles sobre la paternidad, la herencia, son evidentes. Este libertinaje que reina en la vida moderna, es absolutamente asfixiante. Esta moral de la libertad a ultranza a la que se refieren algunos comentaristas es la que se vive en el mundo actual.

El profundo mensaje del Cardenal muestra de manera irrefutable que sigue vigente en la iglesia católica, desde siempre, la posición de asumir su responsabilidad, su compromiso indeclinable en defensa de la vida. El prologuista del libro, Cardenal Narcis Jubany habla de la Iglesia como de una "escuela de dificultad" y él mismo al evocar la venerada memoria de su Santidad Pablo VI cuando preparaba su gran encíclica HUMANAE VITAE, decía" El papa sabía bien la diferencia entre lo que "se hace" lo que "se hace bien" y lo que "hay que hacer" y añade " y escogió el camino más difícil: intentar que las costumbres sean elevadas a la altura de lo moral.

Nada menos ese ello que pretende le autor con las sabias enseñanzas de este documento. Ese llamado va dirigido no sólo a los médicos, científicos, matrimonios sino a los legisladores al adentrarse en el enfoque de la moral y de la Ley Civil ( Capítulo III) formula sus sabias enseñanzas orientándolas a la defensa de la vida, de la familia, de la maternidad en una palabra de los derechos fundamentales del hombre de todos los tiempos.

Pone el dedo en la llaga sobre las aterradoras legislaciones de aquellos países que han legalizado el aborto, mantienen una tolerancia jurídica sobre los convivientes no casados que dificultan en grado sumo el poder garantizar todos los derechos fundamentales a que se refiere a lo largo del libro.

Alerta, en fin contra las múltiples formas de atentar contra la vida de los seres humanos inocentes, aquellos a quienes más deberían cuidar según nos lo enseña el propio Jesucristo, como nos lo recuerda el Señor Cardenal al final de su bello documento:

"Resuenan aquí de modo nuevo y particular las palabras de Cristo: "Cuando dejasteis de hacer con uno de estos pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo". (Mt 25, 40).


1 Pío XII, Discurso a los participantes en el II Congreso Mundial de Nápoles sobre la fecundidad y la esterilidad humanas, 19 de mayo de 1956: AAS 48 (1956) 470.