LA PERSONA HUMANA. UNA VISIÓN DESDE LA TEOLOGÍA

ENTREVISTA AL PBRO. DR. HERNÁN SALCEDO PLAZAS

 

 

Hernán Salcedo Plazas, Pbro.

Ingeniero Químico de la Universidad de Antioquia. Doctor en Derecho Canónico de la Universidad de Navarra. Vice - Gran Canciller de la Universidad de La Sabana.


Con ocasión del inicio de los estudios en Bioética y de la Revista Persona y Bioética, entrevistamos al Vice-Gran Canciller de la Universidad de La Sabana, el Pbro. Dr. Hernán Salcedo P., para hacerle algunas preguntas relacionadas con el tema central de estos estudios y de la nueva publicación.

¿ A su juicio, qué explica el creciente interés por la ética?

Quiero comenzar con una palabra que venía del corazón a los labios del Beato Josemaría -Él solía decir en latín: Dicite iusto: "Bene!" (Is 3, 10)-: ¡bien! Alegra el trabajo esforzado de quienes se han empeñado en sacar adelante estos estudios de bioética, que ayudarán a personas de todo el mundo a conocer' con profundidad creciente el valor de cada vida humana: El hombre entero debe ser tratado siempre, sin excepción alguna, como Persona. No merece menos respeto su cuerpo, en cualquiera de sus dimensiones.

Recuerdo una secuencia de Quino que me sirve para ilustrar lo que pienso acerca de la ética. Representaba un viajero sediento y perdido en el desierto, acercándose a un crucero. El último cuadro era dramático: mostraba al caminante frente a una flecha dirigida hacia el suelo y una inscripción que decía: "usted está exactamente aquí". El hombre sin guía se pierde, no sabe a donde va. Interesarse por la ética es caer en la cuenta de la necesidad de ser guiado. Y este interés crece sin duda en los hombres de nuestro tiempo, después de intentar caminar emancipadamente, durante decenios. Quizá percibimos con mayor hondura que para ser libres, nos hace falta seguir a alguien que nos conozca y ame. La persona humana sin compañía se pierde. Ser guiado es ser acompañado. La compañía guía sin violentar la libertad. Para un hombre con fe, ese alguien es Cristo. El interés por la ética es hambre de Cristo, aunque muchos no lo sepan del todo. Y Cristo guía, abriendo caminos a la libertad: Él es el Camino.

- Ser acompañado como persona se comprende, pero ¿cómo se relaciona esto con la bioética? O, dicho con otras palabras, ¿tiene sentido hablar de bioética?

Si he comprendido a fondo su pregunta, ésta se refiere a cómo se compagina el ser acompañado por una persona en el camino de la vida con el seguimiento de unas leyes biológicas. ¿No sería esto, rebajarme como persona? ¿No me corresponde como persona disponer de mi cuerpo? Si dispongo de mi cuerpo, no cabe la bioética: mi cuperpo no sería ningún camino. Si mi cuerpo es compañía cabe la bioética.

La pregunta es entonces, ¿cómo el cuerpo es camino? Brevemente diría: el cuerpo es camino porque me ha sido dado para que me manifieste como persona: ésta es la grandeza del cuerpo. El hombre contemporáneo está acostumbrado a disponer de su cuerpo, así como el moderno lo estaba a disponer del universo material: la eutanasia es con el aborto, uno de los extremos de esta actitud; puedo eliminar la vida biológica. La bioética, en cambio, salvaguarda de esta arbitrariedad. Dice y fundamenta lo contrario: no puedes disponer de tu cuerpo.

Un indicio de la actitud errada del disponer del mundo material y del cuerpo humano, es el surgimiento de los movimientos verdes y de respeto al cuerpo, no siempre acertados en sus propuestas como suele suceder en las reacciones de este tipo.

Para un cristiano el cuerpo es el templo del Espíritu Santo: es camino para manifestar su amor, su donación. Ser este templo es la elevación más alta del cuerpo, en este mundo. Por eso, no rebaja la libertad personal atándola sino que le permite expresarse de modo digno; es decir, del modo pensado por Dios. En el fondo de la ética está siempre Dios: una ética sin Dios es un puro convencionalismo estéril y asfixiante que termina abandonándose por inhumano. En resumen, el hombre deja ser y se deja guiar, en la manifestación de su amor.

- ¿No le parece que dejar ser y dejarse guiar es impropio de la persona humana?'¿ No le corresponde lo contrario a la persona libre? ¿No es lo suyo dominar lo creado, guiar y guiarse?

Quizá no estámos a la altura de la persona y, por eso, nos parece que es más dominar que dejar. La persona humana es una realidad tan alta que puede dejar ser al cuerpo y al mundo material, sin perder nada. La persona es magnánima: no le estorba el mundo ni el cuerpo; es capaz de elevarlos dejándolos ser. Es más maravilloso elevar dejando ser que rehaciendo. En el rehacer hay soberbia. Dios no ha creado bien los seres, es necesario que el hombre los rectifique. Esta actitud es radicalmente incompatible con la ética y, por tanto, con la bioética.

Desde el dejar ser, bioética significa conocimiento. Y el conocimiento no es intervencionista sino iluminador: ver más. Ver es el camino para amar. ¡Iluminar el cuerpo es algo maravilloso! La esperanza de vencer la muerte es esperanza de elevar el cuerpo, de iluminarlo tan intensamente que no muera. Por el contrario, la intervención no supera lo físico: no eleva el cuerpo. Quizá el principio de incertidumbre de Heissenberg quiera enseñamos esto: ver es avanzar. Los cristianos sabemos que el pecado introdujo la muerte y que la resurrección es un don de Cristo: podemos ver más sin llegar a superar la muerte con nuestra luz. La muerte es un límite iluminable sólo por Cristo. Es el estado histórico del hombre, en el que la elevación plena del cuerpo no es posible.

Desde el dejarse guiar, bioética significa que la persona humana acepta ser guiada en su obrar. Que no cabe arbitrariedad, que no cabe obrar mentirosamente, negando lo visto. En el fondo del obrar humano está la aceptación creatural: me acepto como creatura, o me rebelo y hago de Dios. Pero muchas veces no caemos en la cuenta que arreglar el ser es esclavitud, sometemos a un eterno arreglar. Lo querido por Dios es diferente: aportar haciendo ser más. Este es el camino de la virtud tan mal entendido en muchos ambientes. Bioética significa así ver más para aportar mejor. Pongamos un ejemplo: si vemos más en el campo de la fertilidad, los esposos podrán aportar más en su amor matrimonial. Podrán colaborar más intensamente y más humanamente con Dios en su amor creador. Ese ver más no es para comportarse egoístamente, sino para ser magnánimos como esposo y esposa. El que ve más y se niega a aportar se rebaja más como persona.

Una última consideración. El ver más de la bioética es interdisciplinar. Por un lado están las ciencias de la vida, por otro la antropología. Además, como cumbre, está la teología. Como es patente, esto no es exclusivo de la bioética, pero en ella tiene especial importancia, por ser la vida humana el valor más alto del mundo visible. Quisiera que nos diéramos cuenta que el cuerpo no es un desecho, algo despreciable, es un símbolo de nuestro amor.

- Al afirmar que al hombre no le corresponde intervenir, arreglar, ¿no está negando toda posibilidad de intervención genética, quirúrgica o similares?

No. Lo que al hombre no le corresponde es arreglar el plan de Dios. En cambio, si es propio de él colaborar. Y esta colaboración es en algunos casos, como la enferme­dad, confirmar el orden querido por Dios, en la medida en que está en condiciones de hacerlo; o, al menos, impedir que el desorden continúe. Por ejemplo, el genetista podría intervenir para confirmar el orden genético si estuviese alterado, contando con la libertad del enfermo. En cambio, iría contra la ética querer alterar el orden genético buscando un superhombre.

Pienso, además que así se entiende mejor qué significa aceptar la muerte: ni adelan­tarla, ni retrasarla contra los planes divinos. Como se ve, el dejar ser y el dejarse guiar no significan pasividad sino seguimiento. Seguir a Cristo, en esto consiste la moral.

Quiero terminar estas breves consideraciones con unas palabras del Fundador del Opus Dei: La Universidad no vive de espaldas a ninguna incertidumbre, a ninguna inquietud, a ninguna necesidad de los hombres. Y su corazón vibra, apasionado, cuando las investigaciones-teológicas, jurídicas, biológicas o médicas- alcanzan la realidad sagrada de la vida. La Universidad sabe que la necesaria objetividad científica rechaza justamente toda neutralidad ideológica, toda ambigüedad, todo conformismo, toda cobardía: el amor a la verdad compromete la vida y el trabajo entero del científico, y sostiene su temple de honradez ante posibles situaciones incómodas, porque a esa rectitud comprometida no corresponde siempre una imagen favorable ante la opinión pública (Discurso, 9- V-197 4. Tomado del libro Josemaría Escrivá de Balaguer y la Universidad. Eunsa. Pamplona (1993), pp. 106-107).

Cuando sobrevengan situaciones difíciles de incomprensión ante el trabajo que co­mienzan ahora, acuérdense siempre de estas palabras. Muchas gracias.

 

Entrevista realizada el día 9 de julio de 1997 por el director de la revista, Dr. Pablo Arango Restrepo